Introduction
Tot i que en aquest punt no hi va caure una bomba de forma directa, la casa de Can Trinxeria, i molt possiblement les altres cases situades al voltant de la plaça de la Coma, sí que es varen veure afectades per les bombes que varen caure al llarg de la carretera Provincial.
Val la pena recordar que aquesta casa fou confiscada per les autoritats republicanes durant la Guerra Civil i que en el seu interior s’hi va instal·lar la seu del comandament del camp d'aviació republicà de la Torremansa, que va funcionar entre els anys 1938 i 1939.
Uns dels pilots que va viure a Can Trinxera durant els últims dies de la Guerra Civil va ser el capità Juan Lario Sànchez. En el seu llibre titulat Habla un aviador de la República, publicat per l’editorial Gregorio del Toro, l’any 1973, ens relata les esfereïdores vivències que va viure durant aquest terrible bombardeig. A continuació en reproduïm un fragment:
“Ya comenzaban a oírse los agudos silbidos de las bombas en libre caída cuando me encontré solo... por breves instantes, porque imitando a mi gente me lancé en felinos saltos hacia un cercano portalón tumbándome allí mismo. El seco restallar de un reguero de bombas hizo estremecer el pavimento dando la impresión que me separaba del suelo unos cuantos centímetros. Seguidamente se dejaron oír los característicos ruidos de cristales rotos y el rápido derrumbe de muros y vigas de madera. La metralla y ladrillos proyectados barrían el espacio estrellándose contra las edificaciones que se mantenían en pie afectados por amplias quebraduras. (....) Los gritos de los vivos eran más desgarradores que el de los propios afectados y hacia los lugares donde procedían nos dirigimos con ánimos de evacuar a los más graves. (...) Envueltos en mantas o sábanas, en ellos metimos a tantos heridos como fue posible dejando una estrecha plaza para el chofer. !Y ahora hacia los hospitales de Gerona, procurando regresar rápidamente! (…) Ya sin prisa alguna comenzamos a examinar las consecuencias del bombardeo. Verdaderamente el espectáculo era impresionante. El reguero de bombas arrojadas no tenía un trazo largo. En total soltaron cuatro, quizás de 200-300 kilogramos, porque a juzgar por las destrucciones causadas no correspondían a las potentísimas bombas de 500 kilogramos, normalmente utilizadas por los HE-111 (….) Entre los espacios de las explosiones mediaban unos cincuenta metros, particularidad que sirvió (con muncha suerte) para que nuestra residencia se salvara de ser derruida, aunque si bastante afectada por la metralla y las ondas de expansión que resquebrajaron los muros y desmantelaron puertas, ventanas y tejado. El mobiliario del interior quedó revuelto y semidestrozado. Una opaca armadura de hierro que adornaba el salón rodó por el suelo quedando desarticulada y maltrecha (…) ”.