Introducción
Estamos en el umbral de la sierra del Clos. Enfrente, siguiendo el camino, la Morella.
Los bosques de pinos densos con sotobosque de carrizo son manchas residuales de los incendios de los 80-90.
El paisaje vegetal actual del macizo es otro: grandes masas arbustivas resultantes de la degradación de la maquia y el encinar originales, provocado por factores antrópicos como las primeras talas para conseguir madera y cultivos, los incendios posteriores, los pastos de cabras; o naturales, como el suelo delgado y seco, las altas temperaturas o el viento. Todo ello ha dificultado la recuperación y crecimiento de maquias y los bosques originales: los encinares litorales.
Estos matorrales, llamados maquias, carrascas o brozas, en función del tamaño y las especies, son la cobertera más amplia del macizo.
Aquí nos encontramos en un carrascal, formación arbustiva de tamaño medio (1,5 m) y dominada por un arbusto punzante de hojas que recuerdan a la encina, la carrasca o coscoja (Quercus coccifera). Puede estar solo o bien acompañado de lentiscos, enebros (foto), bruguera (foto) y romero. En los lugares más alterados aparecen los carrizos, semejantes a la cortadera o pampa ornamental, de hojas cortantes y penachos de flor menos vistosos.
En las umbrías y terrenos más hondos, la carrasca se transforma en una maquia. Los arbustos son más altos y cercanos al encinar. Los veremos de vuelta por las umbrías de la Morella.