Introducción
Estos maravillosos seres vivos son testimonio del paso de la historia por estas tierras. El cultivo del olivo en la Península Ibérica fue introducido hace más de 2.000 años y fue ampliado con la llegada de los fenicios, griegos y romanos, pero fueron los árabes los que lo consolidaron con nuevas técnicas de cultivo.
Las formas caprichosas de los olivos milenarios, muchas veces, tienen que ver con la tradición de ir a hacer astillas a los olivares. Antiguamente la gente, en tiempos en que la madera se apreciaba mucho por ser el único combustible, arrancaba, con la ayuda de azadón y hachas, la parte del tronco que era seca, y aprovechaba las pequeñas astillas para hacer fuego. Esta costumbre ha ido modelando con formas curiosas estas impresionantes esculturas vivientes.