Introducción
El bosque mediterráneo está adaptado a incendios. Tenemos que convivir con los incendios y cada vez más, las altas temperaturas, la menor reserva hídrica y la baja humedad ambiental, junto a episodios de viento, hacen que el riesgo sea más elevado.
La encina, es el mejor ejemplo de bosque adaptado a esta perturbación y podemos tener en pocos años (en función de la intensidad de la quema), una nueva estructura de bosque definida. En el caso de los corchos, la corteza aislante, protege las gemas que, una vez pasado el fuego, rebrotan nuevamente.
Lo mismo pasa con los arbustos. A pesar de perder la parte aérea, muchos de ellos pueden rebrotar del tronco (si la intensidad ha sido baja) o de cepa o raíz (brezo o madroño). En otros como las estepas, las semillas germinaran después del incendio.
Fijaros en estas encinas como, en la corteza, se diferencia claramente el corcho quemado del nuevo corcho creciente.
Más adelante, veremos zonas en las que el fuego ha sido más intenso. Algunas encinas pequeñas han muerto y el bosque queda con muchos más claros. La vegetación arbustiva de puerto grande, ha desaparecido dando paso a un romeral, estepas y tomillo borriquero, entre otros.