Introducción
Encontramos de nuevo la acequia que hemos visto antes. Cabe destacar el pequeño lavadero que aprovecha la corriente de agua para enjabonar y aclarar a la vez.
Ahora, cuando atravesamos la riera, nos detenemos encima del puente para disfrutar de este curso de agua casi permanente. Si miramos aguas abajo, veremos, al lado derecho, una pequeña esclusa de derivación que saca agua para una nueva acequia. Este elemento, frecuente en las rieras con caudal regular, permitía desviar agua en balsas cercanas para riego.
La riera, con un cauce hondo, tiene una vegetación alterada, lejos de lo que sería la vegetación de ribera propia de tramos menos humanizados. Sin embargo, se observan ejemplares aislados de los árboles que formaban este bosquecillo húmedo. Alisos, olmos, avellanos o algún fresno de hoja estrecha, de modo disperso, aparecen bajo la sombra de los plátanos. Las hiedras trepan por los troncos; por tierra vemos el helecho de avellanosa. Allí donde toca más el sol, la zarza hace el sotobosque impenetrable. Junto al agua, los carex sp (cintas).
Asimismo, estos ambientes son refugio de vida animal. De anfibios hasta aves y mamíferos. Proporcionan rincones de cría y de fuente de alimento para muchos de ellos, en función de la época. La primavera será el momento del año en que será fácil darse cuenta de este ruido, si nos quedamos parados un buen rato y nos dedicamos a observar pacientemente.