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Introducción
Cuando el labrador tenía que ir al campo, hacía jornadas completas de sol a sol. Necesitaba un lugar donde guardar las herramientas, la comida o incluso para guarecerse de la lluvia, del sol, echar una cabezada o para quedarse a dormir si hacía falta. Solían ser barracas lejanas de casa, cerca de las viñas, los hornos de cal o a zonas de pasto del rebaño.
Vigentes en el siglo XIX, hasta la llegada de la filoxera, hacia inicios del siglo XX, a mucho estirar, se fueron abandonando. La plaga y el cambio de actividad agrícola fueron favoreciendo el abandono del campo y en consecuencia el uso de las barracas.
Al lado del camino aún queda algún margen de piedra. El resto de márgenes quedan escondidos por los arbustos. Servían para hacer los bancales o terrazas estrechas donde se plantaba la viña.