Ficha

Introducción

El paisaje que hemos visto y vemos nos recuerda ya la alta montaña, los pisos subalpino y alpino, pero nada más lejos de la realidad. Deberíamos subir mucho más para entrar en el país del pino negro, y, por encima de él, los prados alpinos.

Así pues, aquí a 1.100 m, lo que tenemos es un paisaje completamente transformado hace siglos por la acción del hombre. Somos en el país de los robles, fresnos, abedules, álamos, cerezos, hayas..., pero todos estos se cortaron para conseguir prados de siega y de pasto para el ganado.

El bosque, como podemos ver, queda arrinconado en los alrededores de los torrentes y en las vertientes más derechas.

En las partes más suaves se emplazan los prados de siega y campos de cultivo, con formas poligonales y límites definidos (muros de piedra, setos…), límites que marcan la propiedad y al mismo tiempo sirven para gestionar el rebaño cuando baja de la montaña a estos prados.

En los prados, cuando son de hierba natural, antes de ser dallados, hay en ellos una gran floración que atrae a multitud de insectos, pájaros y reptiles que, a la vez son la comida de grandes rapaces. Son, pues, ambientes de gran biodiversidad que hay que mantener.

Imágenes