Puig de Lena - Risco de Sant Roc

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Riscos, el dominio del valle

Dejamos el coche en la parada de autobús de Sant Martí de Llémena. Aprovechamos para acercarnos al cauce de la riera de Llémena, donde disfrutaremos del característico ambiente fresco de ribera. Entramos en la pista y empezamos a subir por un encinar con influencia del ambiente húmedo de fondo de valle. Los robles se alternan con las encinas, pronto dominantes. Un sendero con escalones de piedra y musgos nos adentra en el encinar donde, en los rincones más húmedos, los bojes se hacen bastante grandes.

Una vez llegamos arriba, las condiciones de humedad varían. Hacemos un descenso suave a través de un camino cubierto por unas grandes losas de piedra, como si se tratara de una antigua vía romana. Al cabo de unos minutos, salimos a la pista forestal que enlaza la Barroca con Sant Climent d'Amer. Aquí, la vegetación también ha cambiado: el encinar es más disperso y los claros de gramíneas son más frecuentes. También aparecen diferentes tipos de pinos: por ejemplo, pino silvestre combinado con otras especies de pino. Allí donde el terreno es más húmedo y sombrío (en las umbrías y en los bordes de los torrentes), encontramos ejemplares relevantes de robles y encinas.

Subimos por esta pista y, a medida que vamos caminando, se empieza a hacer visible la sierra de Finestres (a nuestra espalda) y cuando ya encontramos los primeros campos de cultivo, vemos el risco de Rocafesa y, un poco más allá, las antenas de la montaña de Rocacorba (al nordeste).

Más adelante, tenemos la opción de desviarnos hasta el Puig de Lena, donde está la ermita conocida con este mismo nombre. El Puig de Lena actúa como límite natural entre el valle de Llémena y la comarca de La Selva, y nos permite contemplar en primer término la casa del Llapart, situada en una meseta con cultivos. Y más allá, también podemos ver El Collsacabra.

Volviendo de la ermita de Santa Lena, tomaremos un sendero que atraviesa el encinar estrictamente asentado sobre las rocas calizas del risco. Pasaremos entre encinas de rebrote de porte pequeño, donde los falso aladiernos y lentiscos acompañan a bojes y madroños, a menudo tan altos como las mismas encinas. En este tramo, los fósiles son abundantes.

Llegamos al mirador del risco, desde donde podemos disfrutar de unas vistas privilegiadas: justo debajo nuestoa, los pueblos de Anglès, La Cellera, Amer, etc., y, más allá, El Far, Les Guilleries y El Montseny.

Es importante tener cuidado y no acercarse en exceso a los acantilados del risco, que quedan muy cerca de nuestra posición. Pronto llegamos a la ermita de Sant Roc de la Barroca, una buen lugar para observar el valle: en primer término, tenemos el llano de Sant Joan, Rocafesa y la Banya del Boc, y en segundo término, Rocacorba, el llano de Girona y Les Gavarres.

Ahora, ya de vuelta, tomamos el sendero de piedra que sigue al otro lado de la ermita. A pesar de seguir estando en el encinar anteriormente mencionado, los durillos, ahora, son más abundantes y ofrecen un aspecto más lozano y sombrío a la zona.

Esta sensación se acentúa cuando tomamos el sendero de bajada del risco hacia Sant Martí; escalones de piedra blanca, musgos, líquenes y los durillos por encima, junto con el encinar pequeño pero denso, nos recuerdan a la selva amazónica.

De bajada, salimos a una zona de matorrales que hay que cruzar y pasamos por entre las casas de campo de Can Reixac y Ca n'Aulina, donde vale la pena reencontrar las vistas del risco bajo la sombra de unos fantásticos almeces.