Rocas y piedras de Vallgorguina

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El sentido de las piedras

Este es un itinerario largo, pero muy cómodo. La primera parte de la ruta consiste en una subida hasta la Casa Nova de Pibernat y el Turó de la Roca, desde donde se vuelve a bajar pasando por el lado del Mas de Can Vilar.

Así pues, comenzaremos la ruta subiendo por la riera de Can Vilar y por la cañada de Saleres, nombre de una de las masías que rodearemos. Arriba, los campos y el Mas de la Casa Nova de Pibernat abren un claro con vistas al mar. Pasada la fuente de la Figuerassa, cruzaremos la cañada de L'Esllavissada o de La Sitja que, un poco más abajo, recibe el nombre de cañada grande de Can Vilar. El torrente de L'Esllavissada nace justo debajo del santuario del Corredor.

Las cañadas, rincones de vegetación centroeuropea, se contraponen con el bosque de alcornoques, encinas y pinos del resto de la sierra. En verano, encontraremos que estas cañadas son lugares frescos con vegetación abundante; en otoño, en cambio, estas cañadas toman el protagonismo cromático de la sierra, antes de desnudarse con la llegada del invierno. En las laderas, los alcornoques, las encinas y los pinos, de verde persistente y oscuro, dan nombre al Montnegre. Hay que añadir, sin embargo, que no toda la vegetación que encontramos en las cañadas o en las laderas es autóctona. De hecho, los plátanos de las cañadas y los pinos insignes de las laderas son ejemplos de plantaciones forestales.

En cuanto a la población, la gente vivía del medio natural y trabajaba en los bosques, campos, cultivos y rebaños o hacía trabajos como el carboneo, la saca del corcho, etc. De hecho, la toponimia que encontramos los elementos naturales evidencia una gran relación con el ser humano. Por otra parte, anteriormente el paisaje de la sierra estaba lejos de la hegemonía forestal que vemos hoy. Como ya hemos comentado, los campos y los cultivos también tenían un gran protagonismo, junto con las masías, al lado de las cuales siempre había campos. Can Vilar, la Casa Nova, Can Ricós o Can Burget son algunas de las masías del término municipal que podremos ver.

Además de masías, árboles y plantas, también nos encontraremos con piedras, que vuelven a evidenciar la relación de los aldeanos con el medio natural. Estas piedras tenían diversas funciones: podían ser utilizadas por los canteros para crear utensilios con necesidades concretas, podían ser indicadores geográficos para orientarse y situarse, o también podían ser refugios de civilizaciones y motivos de historias y leyendas. Así pues, pasaremos por el lado de varias piedras. Por ejemplo, veremos la piedra del Duc (del búho real), que servía para referenciar puntos geográficos; la piedra del Llop (del lobo), de la que se cuenta una leyenda con la que se identifica el lugar; y el Rocar, un rincón rocoso que los primeros pobladores de la zona usaron con fines funerarios o utilizaron como asentamiento temporal.

Con esta ruta, disfrutaremos de las vistas sobre el Montnegre y la cresta de Can Saleres, donde sobresalen dos de los pinos piñoneros más grandes del municipio: el pino de Buac y el pino de En Ricós. Por último, justo antes de terminar el itinerario, pasaremos por el lado de la masía de Can Vilar y su torre fortificada. Este es un paisaje abierto gracias a los campos asociados a la masía, la era y el conjunto de árboles singulares de la casa, que conforman un estilo de vida, hoy difícil de mantener.